CAPÍTULO XV – SOBRE POLÍTICA DE JUSTICIA

Históricamente la justicia ha sido el deseo de la clase dominante  elevada a rango de ley. En el socialismo la justicia debe impartirse de  manera transparente, científica, con valores y principios de la nueva  sociedad, evitando solidaridad de logias, de partidos políticos o  empresas económicas. 

Elección y revocatoria de altos magistrados por voto popular. Uno  de los principios medulares del sistema democrático radica en el  reconocimiento de las decisiones de la mayoría. En nuestro país de los  tres poderes del Estado, existe uno que no quiere someterse a la  elección popular, el Poder Judicial. La designación de este poder, que  en última instancia decide asuntos trascendentes para el Estado, debe  pasar el filtro democrático y no ser designado por un pequeño grupo de  personalidades electas afines al sistema o la clase dominante del país.  Esto conlleva a tres beneficios importantes, ser una autoridad  legítimamente constituida, autónomas frente al poder político y  despartidarizada. Los mecanismos de elección deben precisarlo el  Legislativo o la Asamblea Constituyente.  

Los altos magistrados del Poder Judicial no deben ser ratificados, como  ocurre con el Ejecutivo y Legislativo, porque está demostrado que toda  reelección es directamente proporcional a institucionalizar la  corrupción. La actual ratificación de magistrados ha demostrado ser un  mecanismo que se presta a la prebenda de fallos judiciales, creación  de mafias criminales, sujeción al poder político o la presión mediática,  en muchos casos llegando a sentenciar inocentes o liberar criminales  con tal de garantizar su permanencia en el cargo. Los magistrados al  igual que todas las autoridades del legislativo o ejecutivo deben ser  sometidos a la revocatoria de sus cargos cuando las condiciones así lo exijan, nadie puede estar eternamente en un poder del Estado en  democracia. 

Suprimir privilegios económicos a magistrados. En un país donde  el maestro y el médico ganan sueldos entre 2 y 5 mil soles,  respectivamente, no es justo que los jueces ganen sueldos  astronómicos. El presidente de la Corte Suprema gana 47 mil soles,  jueces supremos 42 mil soles, jueces superiores 18 mil soles, además  que el Estado les otorga vehículos lujosos de 60 mil USD, combustible,  chofer, mayordomo, bonificaciones y personal de seguridad, entre otros  privilegios que deben suprimirse en un acto de justicia.

Justicia en las comunidades originarias. El Estado socialista respeta  las formas de impartir justicia en las comunidades originarias, nativas y  campesinas, atendiendo a sus costumbres, cultura, organización e  idiosincrasia, pues aparte de estar reconocidas, están protegidas por  convenios internacionales y se organizan en rondas campesinas y  comités de autodefensa. Las comunidades elaboran sus propias reglas  de conducta en cabildos y asambleas y han resultado con mayor eficacia que la justicia convencional, logrando eliminar la delincuencia,  el narcotráfico, el crimen, el adulterio, entre otras, de sus respectivas  jurisdicciones en tiempo breve. Esta autonomía, desde luego, no debe  confundirse con impunidad. 

Soberanía de nuestra justicia. El Estado peruano jamás debe abdicar  sus competencias a los tribunales internacionales en cualquier  circunstancia como lo hecho frente al derecho financiero donde hemos  perdido jurisdicción constitucionalmente. En los tratados y convenios  internacionales, estamos en la obligación de cumplir el derecho  internacional, pero no podemos someternos al control jurídico de las  grandes potencias económicas y de los grandes inversionistas  transnacionales, parcializados con el gran capital. 

Estabilidad jurídica nacional. Este principio jurídico debe cumplirse  para salvaguardar los intereses del Estado peruano, no puede ser  utilizado para justificar el saqueo impune y permanente de nuestros  pueblos por empresarios trasnacionales. Lamentablemente, la actual  Constitución ampara todos los contratos ley para que no puedan ser  revisados y prohíbe taxativamente al parlamento tal acción, aun así, sean lesivos a nuestro país.