CAPÍTULO XIV – SOBRE LOS DERECHOS HUMANOS

Somos un país que ha sufrido en Latinoamérica, las décadas del 80 y  90, una de las expresiones más crueles respecto a la sistemática  violación de los derechos humanos (DDHH), por parte de agentes del  Estado, planificada, propiciada y protegida por los regímenes de  Fernando Belaunde Terry, Alan García Pérez y Alberto Fujimori  Fujimori. Esta política tuvo antecedentes, pero con una cuantía menor. 

La violación de los DDHH significa la cúspide en la deshumanización  de la sociedad, más aún cuando llega a tolerarlo y se sume en la  indiferencia. Nuestro Partido condena y rechaza todo acto de violación  a los DDHH que atente contra la integridad física y psicológica de las  personas y los pueblos.  

El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, del cual el Perú  es Estado miembro, y su vigencia data desde el 2002 manifiesta  respecto a los crímenes de lesa humanidad: “Se entenderá por ello al  asesinato, exterminio, esclavitud, deportación o traslado forzoso de  población, encarcelación u otra privación grave de la libertad física en  violación de normas fundamentales de derecho internacional, tortura,  violación, esclavitud sexual, prostitución forzada, embarazo forzado,  esterilización forzada o cualquier otra forma de violencia sexual de  gravedad comparable, persecución de un grupo o colectividad con  identidad propia fundada en motivos políticos, raciales, nacionales,  étnicos, culturales, religiosos, de género u otros motivos universalmente reconocidos, desaparición forzada de personas, el  crimen de apartheid, otros actos inhumanos de carácter similar que  causen intencionalmente grandes sufrimientos o atenten gravemente  contra la integridad física o la salud mental o física”. 

La potencia más grande del planeta, los Estados Unidos de América,  actualmente no es miembro y no ha ratificado su acuerdo con el  Estatuto de Roma. Sin embargo, promueve la Corte Interamericana de  Derechos Humanos (CIDH), mediante la cual imparte justicia a partir de  su óptica y sus intereses, institución a la que actualmente también ha  renunciado integrarla, pese a solventarla económicamente, tener la  mayoría de empleados norteamericanos y tener su sede en  Washington, lógicamente esta paradoja tiene una explicación  exclusivamente de dominación geopolítica. 

 

La CIDH, al igual que la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), son  los encargados de calificar qué países cumplen con los estándares de  su “democracia”, sirven como pistones de presión contra gobiernos de  izquierda o progresistas y tras ese análisis se determina la política  exterior respecto a ellos, desde las sanciones, el bloqueo económico  comercial, guerra fría, golpes de Estado o intervención militar. Estados  Unidos fabrica su propia teoría, ideología o superestructura, para con  los demás países con fines de mantener el neocolonialismo. 

Los treinta DDHH recogidos en igual número de artículos, ratificados  en París por la Asamblea General de la ONU en 1948, tras la Segunda  Guerra Mundial, deben ser de estricto cumplimiento para cualquier  gobierno de izquierda cuando asuma cualquier estamento de gobierno,  pues constituyen postulados irrenunciables. 

En el ámbito nacional debemos terminar con el centralismo de los  DDHH, promovido por el sistema neoliberal actual, aunque hayan  existido algunos avances falta mucho por hacer, un ejemplo palpable  del centralismo en DDHH es lo sucedido paralelamente en dos  universidades peruanas duramente reprimidas, una de perteneciente a  la capital y otra provinciana. Por el acontecimiento en la Universidad  Nacional de Educación La Cantuta, donde se perpetró el secuestro  agravado, asesinato con alevosía de nueve estudiantes y un profesor, existen militares y un expresidente de la República preso, por el  contrario, por lo sucedido en la Universidad Nacional del Centro del  Perú, con 250 estudiantes, 10 profesores y 15 trabajadores no docentes asesinados, no existe un soldado procesado o responsable  político preso. Los ex presidentes de la República Fernando Belaunde Terry y Alan  García Pérez murieron impunemente sin ser juzgados por sus delitos  de lesa humanidad. Nuestro Partido condena todo acto impune de  violación a los DDHH, individual o colectivo, cuyos autores deben ser  procesados y condenados, y está dispuesto a reparar de manera  definitiva y por única vez a todas las víctimas del terrorismo en el marco  de la reconciliación nacional.