CAPÍTULO XIII – POLÍTICA EN SEGURIDAD CIUDADANA

La inseguridad ciudadana en el libre mercado es un negocio altamente  rentable, se desarrolla bajo las leyes de la oferta y la demanda, esta es  la razón principal del por qué con tantos medios, tecnología y marco  legal, no se puede erradicar. El 53% de los peruanos percibe que vive  en un país inseguro y si comparamos en América Latina, nuestro país  tiene el mayor nivel de víctimas reales hasta en el 31%, lo que obliga  al Estado tomar medidas inmediatas y contundentes.  

Un gran problema lo constituye la tenencia ilegal de armas, la misma  que debe ser combatida de manera enérgica tanto su tráfico interno y  externo. También debe procederse al cierre de las tiendas y bazares  donde se venden armamentos y municiones a personal civil bajo justificaciones pactadas. Al declararse la ilegalidad de la tenencia de  armas de fuego a la par debe amnistiarse a los que en el plazo fijado  por el Estado entreguen las armas.

Los miembros de las fuerzas armadas y policiales solo debieran portar  armas de reglamento y no se debe permitir armamento particular, los  cuales muchas veces se alquilan para actos delictivos. Debe  procederse a la reorganización de la Policía Nacional del Perú, cuyos  ascensos deben regirse por el número de investigaciones resueltas o  acciones meritorias y no por el falso academicismo impuesto en base  a maestrías y doctorados que muchas veces nada tienen que ver con  su desempeño o profesionalismo. También debe especializarse científicamente a la PNP, sin necesidad de desintegrar su unidad,  frente a las nuevas modalidades criminales como la ciberguerra,  interceptación ilegal de comunicaciones, delitos informáticos, rastreo  electrónico, etc.  

El marco legal debe ser modificado en base a la descentralización  haciendo que el alcalde sea el responsable político de la seguridad  ciudadana y el comisario el responsable técnico, debiendo responder  por los resultados implementados. Adicionalmente, ningún gobierno  regional y municipal está dotado de una partida económica destinada  al rubro de seguridad ciudadana, razón por la que el Estado no tiene la  autoridad moral de exigir resultados, metas o rendición de cuentas de  manera precisa, aspecto que debe corregirse. 

Hace falta una legislación que garantice la participación del pueblo en  acciones de seguridad ciudadana para que puedan organizarse en su  sector correspondiente, sobre sus deberes, derechos, facultades,  limitaciones, responsabilidades, protección estatal, etc., brindándoles  facilidades para no colisionar con sus actividades laborales. 

Lima y el Callao tienen los más altos índices de inseguridad ciudadana  en el país por tener mayor población inmigrante, nacional y extranjera,  como consecuencia del centralismo económico, haciendo que tenga la  delincuencia más fina, organizada y cruel del país. La descentralización  económica definitivamente contribuirá a mejorar la seguridad  ciudadana. 

La inseguridad ciudadana no se puede derrotar si no atendemos sus  causas o factores predisponentes relacionados a la delincuencia como  el analfabetismo, pobreza, migración, desempleo, trata, salarios bajos,  derechos laborales restringidos, explotación, corrupción institucional,  etc. A esto se suma la educación peruana que lamentablemente está  orientada al neoliberalismo, al mercado, a la empresa o las ganancias  lucrativas, por lo que debemos modificar nuestro currículo nacional para dar el pase de una educación basada en la oferta y la demanda a  una que promueva valores y principios. 

Muchos reos que purgan penitenciaría no tienen economía al salir de  la cárcel y vuelven a delinquir, porque el Estado no tiene un plan al  respecto. Los reos deben producir para el sector público o privado, el  juez debe fijarlo en la sentencia, de lo producido el 50% debe destinarse  a su familia, 30% para gastos personales y 20% debe depositarse en  una cuenta personal, pero además debe promover su empleo en el  sector público o privado previa calificación y aceptación de las partes.  

Respecto a la seguridad implementada con rondas campesinas y  comités de autodefensa el Estado debe respetarlas, porque las mismas  están organizadas acorde a sus costumbres, cultura y estructura  comunal, respaldadas además por convenios internacionales.