CAPÍTULO XVI – LA MUJER SOCIALISTA

La mujer en el socialismo es protagonista activa de la revolución, se educa, trabaja, produce, se emancipa por ella misma y lega una  herencia invaluable. Participa activamente en las políticas de  construcción de la base estructural de una sociedad y sobre todo en la  superestructura. 

El machismo no es más que una secuela de la sociedad mundial, de  causal multifactorial, registrada desde épocas remotas, pues la mujer  es el primer ser esclavizado en el devenir de la humanidad, se agudiza  con la colonización y se refuerza tras la implementación de instituciones  públicas, laicas y religiosas, que consolidan el patrón. La familia es el  Estado en miniatura, no se puede exigir cambio en la familia sino se  cambia el Estado. El sistema neoliberal quiere hacer creer que se  puede lograr la igualdad de la mujer sin transformar el modo de  producción de una sociedad.  

Como elemento vital de la transformación social, nuestro país debe  iniciar un proceso de despatriarcalización que llevamos como herencia  colonial, es decir, desterrando el machismo, sin que esto signifique  instalar su extremo contrario, el feminismo. Así, el problema de la  libertad de la mujer no radica en la diferencia sexual, sino en el modelo  social al que pertenece. 

El método de opresión al que más asiste testimonialmente la  humanidad es el sometimiento económico, porque ésta determina la  relación opresor – oprimido, demostrándose que, existen hombres que  oprimen mujeres, pero también mujeres que oprimen mujeres.  

Así, la mujer finalmente tiene que luchar contra su propio género al  existir mujeres de clases altas que no están dispuestas a perder su  status social, ni comprenden la necesidad de la transformación social a  favor de las menos favorecidas e influenciadas por su situación  privilegiada ven el movimiento femenino una amenaza a la que tienen  que contrarrestar en todo plano. 

El Estado neoliberal se puede declarar en el verbo defensor de los  derechos femeninos, pero no asume responsabilidades para con la  familia, nos referimos a garantizar una salud y una educación gratuita  y universal. En este sistema se prefiere encarcelar al progenitor si no  cumple económicamente con el núcleo familiar, es decir el Estado  terceriza su responsabilidad. 

El Estado socialista, por el contrario, independientemente de las  circunstancias, está en la obligación de garantizar la alimentación de la  madre y del niño, así como también la educación y la salud que deben  tener carácter de herencia social. Asimismo, en el Estado socialista se  respetan los derechos reproductivos de la mujer y el hombre, nada  puede tener un carácter obligatorio o coactivo.   

El Estado socialista debe desterrar estigmas que califican al sexo  femenino con una imagen de irresponsabilidad e inmoralidad social,  como la prostitución, la trata, la transmisión de enfermedades  venéreas, etc., que no son más que un subproducto, de la sociedad  mercantilista, capitalista o neoliberal.

En las tareas más complejas debe estar el espíritu de la mujer, pues  ningún cambio es posible sin la participación de ellas organizadamente,  por ejemplo, las mujeres de nuestros tiempos tienen el deber histórico  de participar activamente en la lucha contra el armamentismo y el  peligro de la guerra.

La mujer en el socialismo no puede renunciar a la educación en ningún  nivel, por el contrario, debe pugnar por hacerse acreedora de los  últimos conocimientos acerca de la pedagogía, la medicina, la  ingeniería, la arquitectura, el derecho, la política, la milicia, etc.  Inclusive en estos tiempos, la mujer contemporánea tiene mejores  herramientas de liberación si sabe utilizar el progreso tecnológico e  informático, lo que le permitirá combatir esa profesión “natural” que es  la casa y la familia. 

El nivel intelectual de la mujer, está demostrado según la neurociencia,  tiene las mismas potencialidades que en el hombre, al igual que la  capacidad conativa. Solamente difiere del sexo opuesto en la esfera  afectiva, lo cual le da su cualidad de mujer. 

En el campo de la salud, la mujer tiene todo el derecho a reclamar y  poner en marcha los mejores servicios maternos y pediátricos al  Estado, porque muchas de ellas han contemplado el rostro de la muerte  en nuestro nacimiento y muchas de ellas han sucumbido en este acto. 

Es un error separar la educación del hombre y la mujer, desde la  educación inicial hasta los niveles más altos, circunstancia que impide un trato social más horizontal y libre, que atenta a la confianza mutua y  el recíproco complemento de las características. 

En el plano laboral, la mujer ha logrado múltiples triunfos, el desarrollo  industrial les permite mejores oportunidades, aunque también se  exponen a enfermedades profesionales. La mujer ha demostrado más  capacidad que el hombre al no tener mayores problemas en fusionar el  trabajo manual con el intelectual, lo que coadyuva a eliminar el  antagonismo entre el campo y la ciudad con mayor flexibilidad.  

En las tareas más complejas debe estar el espíritu de la mujer, pues  ningún cambio es posible sin la participación de ellas organizadamente,  por ejemplo, las mujeres de nuestros tiempos tienen el deber histórico  de participar activamente en la lucha contra el armamentismo y el  peligro de la guerra.